André Breton: el arte, la política, la revolución y el surrealismo

Ayer estuve en el programa radial Pateando el Tablero, hablando de André Breton, principal referente del surrealismo, y de su actividad durante las primera mitad del siglo XX.

Luego postearé el audio del programa y el “guión”, que se basó en estas breves (y “comprimidas”) “tesis”. Y además va una bibliografía y algunos links.

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Hablar de André Breton es, obviamente, hablar del surrealismo: aquella corriente que nace en la primera posguerra, donde confluyen Breton –poeta y crítico literario; médico en la Primera Guerra Mundial– con Tristan Tzara, del movimiento Dadá, en 1916; y donde habrá una serie de elementos y autores influyentes –como el psicoanálisis de Freud, pasando por el “teatro del absurdo” de Alfed Jarry hasta la obra de Apollinaire– que darán vida, junto a Aragon, Crevel, Desnos, Éluard, Gerard, Limbour, Naville, Peret, Soupault, a este movimiento que, por la misma pluma de Breton tendrá, en 1924, su primer Manifiesto surrealista.

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Pese a ello, hasta un año después del Primer Manifiesto no habrá ninguna referencia a la la Revolución Rusa de 1917 en sus publicaciones. Lo que había, en palabras de la especialista en surrealismo (y en André Breton en particular), Margueritte Bonnet, eran “fuerzas vitales” “absorbidas por la revolución poética que habían emprendido”.

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Y sin embargo, la corriente surrealista fue más que una colección de libros y poemas, de cuadros y autores: fue eso… pero mucho más: fue un movimiento político-cultural-artístico que se dedicó a criticar la sociedad capitalista, a criticar la alienación, la cosificación del ser humano y la “razón instrumental” y “cuantificadora” del sistema.

Lo que llevará a un posicionamiento político explícito a los surrealistas será la Guerra de Marruecos (1911-1926). En 1925, la redacción completa de La revolución surrealista, a pedido de la revista que editaba el PC desde 1920, Clarté, se sumará a la condena de los imperialismos españoles y franceses que masacraban a las tribus rifeñas.

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En 1927 Breton y la mayoría de los surrealistas se afiliarán al PC, donde “la cuestión de la Revolución Rusa” ya está presente, y donde Breton y los demás surrealistas quedarán impactados –nada menos– que con un libro “incompleto o “inacabado” de Trotsky: Lenin: una colección de “siluetas” del gran revolucionario, que funcionan además como una gran discusión ante el comienzo del “culto a la personalidad”, a la utilitaria glorificación de Lenin, y a una lucha por la sucesión del poder en el Estado obrero.

Dijo Paul Éluard en una carta a Breton: “Este libro es uno de los más grandes que jamás haya leído”. Breton, en una reseña en 1925, cuando se publica Lenin, escribirá: “juraría que nada falta allí, ni en perfección ni en grandeza” (La Révolution surreáliste N° 5, 15 de octubre de 1925).

Breton se afiliará entonces –como lo explica en el folleto A plena luz–, reservándose su “derecho a la crítica”.

Y la reseña de 1925 no será la única expresión de la relación Breton-Trotsky: ya el Segundo Manifiesto –publicado en 1930; y donde se postula el objetivo de “arruinar las ideas de familia, patria, religión”–, planteará el acuerdo de Breton con Literatura y revolución, obra de Trotsky que plantea la libertad de tendencias y “escuelas” artísticas en el Estado obrero, sin necesidad de “oficializar” ninguna, y donde problematiza el tema de los llamados “cultura y el arte proletarios”, al mismo tiempo que discute con otras corrientes, tanto las “experimentales” como las “tradicionalistas”.

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En 1935 Breton y la mayor parte de los surrealistas –excepto los notables Luis Aragon y Paul Éluard, que seguirán subordinados al stalinismo– romperán con el PC burocratizado (ya un año antes un grupo de surrealistas habían publicado un folleto llamado Plantea sin visado –título de un capítulo de la autobiografía de Trotsky, Mi vida–, en protesta por la expulsión de Trotsky de Francia).

En 1936, cuando comienzan los Juicios de Moscú (las farsas de “juicios” donde el stalinismo liquida a toda la “vieja guardia” bolchevique, y a diversos opositores políticos), Breton declará que Trotsky es injustamente acusado, y que él representa “una guía intelectual y moral de primer orden y cuya vida, desde que está amenazada, nos es tan preciada como la nuestra”).

Y, en 1938, el autor de Los vasos comunicantes visitará México, quedándose unos 4 meses junto a León Trotsky; experiencia de la que finalmente surgirá, a poco de comenzar la Segunda Guerra Mundial, la FIARI (Federación Internacional de Artistas Revolucionarios Independientes) y el manifiesto Por un arte revolucionario independiente.

Allí el Manifiesto contiene un célebre pasaje que, tras la defensa del Estado obrero ruso, plantea: “Si para desarrollar las fuerzas productivas materiales, la revolución tiene que erigir un régimen socialista de plan centralizado, en lo que respecta a la creación intelectual debe desde el mismo comienzo establecer y garantizar un régimen anarquista de libertad individual. ¡Ninguna autoridad, ninguna coacción, ni el menor rastro de mando!”.

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Aunque el desarrollo de la guerra truncó la posibilidad de desarrollo de este proyecto, más allá de algunos contactos entre Europa y América y algunas revistas (además, Trotsky había sido asesinado en 1940), Breton seguirá siempre reconociendo el valor de la figura de Trotsky. Al poco tiempo de su regreso de México, en un mitin del PCI, decía a propósito de su viaje a México: “Yo me representaba a ese hombre que fue el jefe de la revolución de 1905, uno de los cerebros de la revolución de 1917, no solamente como hombre que ha puesto su genio y todas sus fuerzas vivas al servicio de la causa más grande que yo conozco, sino también el testimonio único, el historiador profundo cuyas obras hacen más que instruir, porque le dan al hombre deseos de sublevarse. Me lo imagino al lado de Lenin y, más tarde, solo, siguiendo la defensa de su tesis, la tesis de la revolución en el seno de congresos falsificados. Lo veo solo, de pie entre sus compañeros ignominiosamente vencidos, solo, atormentado con el recuerdo de sus cuatro hijos a los que han matado. Acusado del peor crimen que pueda ser para un revolucionario, amenazado en todas las horas de su vida, librado al odio ciego de aquellos incluso a los que se consagró […]”.

Tras la muerte de Natalia Sedova, la compañera de Trotsky, en 1962, entre otras cosas, a modo de homenaje, Breton dijo que, “finalmente”, habrá “una revisión radical de la historia revolucionaria de estos últimos cuarenta años, historia cínicamente deformada y donde no solamente se haga completa justicia a Trotsky, sino que también alcancen todo su vigor y amplitud las ideas por las que dio su vida”.

Breton, además de dar una “incendiaria” conferencia en Puerto Príncipe (Haití) en diciembre de 1945, en la década de 1950 mantendrá relaciones junto a los surrealistas con los anarquistas, y participará activamente de la defensa de la Argelia insurrecta contra el imperialismo francés, y en el Mayo del ‘68 también. Su obra (manifiestos, escritos –novelas, poesías– y discursos) es una parte fundamental de las históricas vanguardias artísticas. Como postuló el mismo Breton en aquel Congreso de Escritores de 1935, donde rompe con el stalinismo, “‘Transformar el mundo’, dijo Marx; ‘cambiar la vida’, dijo Rimbaud: estas dos consignas para nosotros no son más que una”.

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Michel Löwy, en “El marxismo libertario de André Breton”, escribió lo siguiente:

“Breton sigue siendo un irrecuperable. Su inmenso proyecto –necesariamente inacabado– de fusión alquímica entre el amor loco, la poesía de lo maravilloso y la revolución social es inasimilable para el mundo burgués y filisteo. Permanece irreductiblemente opuesto a esta sociedad y tan duro de roer como un hueso –un hermoso hueso, semejante a los que los indígenas de las islas Salomón llena de inscripciones e imágenes– atravesado en el gaznate capitalista”.

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Bibliografía y fuentes:

André Breton, Nadja y Primer Manifiesto Surrealista, obtenibles en Ignoria

Gérard Roche, “Trotsky, Breton y el Manifiesto de México”, primera y segunda partes

Michel Löwy, La estrella de la mañana: surrealismo y marxismo, Bs. As., El cielo por asalto, 2006

Georges Bataille, La religión surrealista. Conferencias 1947-1948, Bs. As., Las cuarenta, 2008

Margueritte Bonnet, “Trotsky y Breton”, en León Trotsky, Lenin, Bs. As., CEIP, 2009

André Breton, “León Trotsky: Lenin” (artículo de La revolución surrealista), en León Trotsky, Lenin, Bs. As., CEIP, 2009

Cecilia Gárgano, “André Breton, la poesía y la revolución, en www.pts.org.ar

Ariane Díaz, “70 años del ‘Manifiesto por el arte revolucionario independiente’”, en http://www.ips.org.ar/?p=730


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