Dos poemas de John Updike (1932-2009)

QUEMANDO BASURA

Por las noches —la luz apagada, el filamento

libre de su carga quemadora de átomos,

su esposa dormida, su respiración bajando

hasta tocar la fuente cenagosa— él pensaba en la muerte.

La casa encumbrada de su padre le dio tiempo

a que intuyese la nada que permanecía como una lámina

impoluta de espejo por detrás de su futuro humano.

Disponía de dos holguras que podía entrever, sólo dos.

 

Una era la festiva totalidad de las cosas:

piedras macizas y nubes, vainas al acecho, el suelo

ofreciendo resistencia a sus rodillas y manos.

La otra era quemar la basura de cada día.

Disfrutaba el calor, el peligro artificial,

y la manera en que, según iba arrojando noticias viejas,

cordeles, servilletas, sobres, vasos de papel,

las lenguas hipnóticas del orden intervenían.

 

PERFECCIÓN DESPERDICIADA*

Y otra cosa deplorable acerca de la muerte

es la desaparición de tu propia marca de magia,

que te llevó toda una vida desarrollar y comercializar:

las ocurrencias, los chistes, el punto de vista

amoldado a unos pocos, aquellos seres queridos más cercanos

al escenario, sus suaves rostros blanqueados

por el resplandor de las candilejas, su risa al borde de las lágrimas,

lágrimas que se confunden con sus pendientes de diamantes,

su cálido aliento compartido al compás de los latidos de tu corazón,

su respuesta y tu actuación hermanadas.

Las bromas por teléfono. Los recuerdos

comprimidos en el archivo de acceso rápido. El acto en su totalidad.

¿Quién lo representará de nuevo? Muy sencillo: nadie;

imitadores y descendientes no son lo mismo.

 

* John Updike (Reading, 1932-Beverly Farms, 2009), Collected Poems: 1953-1993, Alfred A. Knopf, Nueva York, 2001. Versión de Jonio González.



Deja un comentario