Gyula Kosice: “Siempre traté de estar a la vanguardia” (revista Debate)

kosice* Ayer se publicó en la sección «Cultura» de La Izquierda Diario el obituario que escribí sobre el gran maestro hidrocinético Gyula Kosice. Y allí figura un fragmento de una entrevista que le hicieron en la ahora extinta (creo) revista Debate. Como el link está caído y yo tengo la nota en el buzón de salida de mi casilla de e-mail, la dejo abajo completa.

(link original: revistadebate.com.ar/2009/04/30/1864.php)

Gyula Kosice: “Siempre traté de estar a la vanguardia”

Integrante de la vanguardia argentina de arte concreto, fundador del movimiento Madí y pionero en la utilización del gas de neón y el agua en movimiento en la escultura, todavía sueña con “La ciudad hidroespacial”. Una exposición de sus obras más recientes es presentada en la galería Zurbarán.

«A ver, venga, venga.” Gyula Kosice toma el brazo con firmeza y suavidad e invita a caminar sobre una de sus esculturas lumínicas. “Ahora, cuando esté con una persona que ama, cuéntele que caminó sobre la luz”, le dice al ocasional visitante de su taller-museo de la calle Humahuaca.
A las 85 años, el fundador del movimiento Madí -la corriente artística de proyección internacional que integró junto a Carmelo Arden Quin, Rhod Rothfuss y Martín Blasco, entre otros- presenta una gran vitalidad e interrumpirá la entrevista en algunas ocasiones para dar indicaciones a sus colaboradores sobre las nuevas esculturas que está preparando para la exposición de obras recientes que se inauguró la semana que acaba de finalizar en la galería Zurbarán.
Pionero en la utilización del agua en movimiento y del gas de neón en la escultura, Kosice también explora, desde hace sesenta años, en uno de los proyectos que más lo obsesionan: las ciudades hidroespaciales. Se trata de viviendas suspendidas a mil y 1.500 metros de altura, con la premisa de liberar al ser humano de todas las ataduras. Cuatro de esas maquetas con nuevos “lugares para vivir” se pueden ver, hasta el 30 de mayo, en el marco de la muestra colectiva “El Futuro ya no es lo que era”, organizada por la Fundación OSDE. Con la curaduría de Rodrigo Alonso, la exposición reúne distintos imaginarios de futuro gestados por artistas argentinos.

¿Por qué a partir de los años cuarenta trabajó sobre la idea de crear ciudades hidroespaciales?
Ya en la editorial de la revista Arturo, de 1944, yo decía que “el hombre no ha de terminar en la Tierra”. A partir de esa afirmación empecé a hacer algunas maquetas para pensar cómo podía vivir el hombre en el espacio, con sus correspondientes lugares para habitar. Esa suspensión de hábitats se realiza descomponiendo el agua por electrólisis, un procedimiento que permite utilizar el oxígeno para respirar e introducir el hidrógeno en una máquina de fusión nuclear que suministraría energía más que suficiente. Siempre el combustible es el agua, porque es el origen del ser humano y nuestro planeta tiene las tres cuartas partes de agua.
La muestra curada por Alonso se denomina “El futuro ya no es lo que era”, ¿qué esperaba de este presente cuando comenzó a desarrollar estas propuestas?
Desde el comienzo, yo estaba convencido de que era una necesidad. Y toda necesidad biológica requiere de un tiempo que tiene que revelarse. Veía que todo es posible, pero no en lo inmediato, sino en lo mediato. Sin duda, todavía no se dio, porque no están suspendidos los hábitats ni tampoco están funcionando las ciudades hidroespaciales. Pero eso también me impulsa a decir que va a llegar el día en que no haya alternativa para todo esto. Que evidentemente es una condición sine qua non de la propuesta.
¿Por qué sostiene que no va a haber otra alternativa que el establecimiento de ciudades hidroespaciales?
No hay otra forma, tenemos 6.500 millones de habitantes en el mundo y si se incrementa un 30 por ciento más, ¿se imagina dónde vamos a ir? Ante esa tendencia terrible, me pregunté dónde iba a vivir esa gente. Y hay que ocupar el espacio. Una utopía es tal hasta que deja de serlo. Después vendrán otras utopías, pero, mientras tanto, hay que cubrir nuestras necesidades inmediatas. Aunque, en realidad, la ciudad hidroespacial no es una utopía, sino una propuesta científica. En Marte, en la Luna o en el Sol no hay agua, así que tenemos que arreglarnos nosotros mismos con lo que tenemos.
Los “lugares para vivir” que plantea, ¿tienen cierto componente poético?
Son lugares concretamente inventados, en los que se desarrollan la vida y las relaciones humanas. Son lugares diferentes a los tradicionales; y la distinción radica en que ya no está más la cocina, el baño, el dormitorio, lo que nosotros tenemos como lugares prefijados de antemano. Propongo un lugar “para tener ganas”, otro “para olvidar el olvido, con un anexo para memorias libres”; un “lugar de lo inimaginable a través del júbilo personal y colectivo”, y un “puente para transitar del azar a la administración del azar”.
¿Y cómo definiría su propuesta “Irvé”?
Vivimos en una civilización regida por las pantallas y quiero pasar al volumen. Se trata de una antimáquina, que permite enviar materia a otra parte. No es la teletransportación -que son sólo imágenes tridimensionales-; sino del envío real de volumen a través del espacio a un lugar geográfico determinado. Si lo envío, no lo tengo más, aparece en cualquier lugar del mundo. Es la disolución molecular. Y es posible, aunque hoy todos se pierden en las cosas cotidianas, en las necesidades del momento, en vez de investigar nuevas posibilidades.
En 2006, se cumplieron sesenta años desde la fundación del arte madí, ¿qué recuerdos tiene de aquellos años?
Se hizo un homenaje a través de una muestra que curó Rafael Cippolini, uno de los fundadores de Ramona. Hicimos una caminata madí por la calle Florida. Fue muy interesante, porque llevábamos carteles alusivos, y llegamos hasta la calle Corrientes. La gente nos miraba sorprendida. Caminábamos bajo diferentes consignas.
¿Qué decían esos carteles?
“Madí. Inventa y crea”; “Ninguna expresión, representación, significación, júbilo, negación de toda melancolía”; “Por un arte esencial, por una invención real”; “El hombre conquistará el espacio multidimensional”; “Movimiento, espacio, luz”; “Madí, arte, ciencia y tecnología”. Fue un gran festejo, pero el grupo, en realidad, se disolvió de una manera inesperada. El arte concreto también duró dos años. Fueron hechos muy fuertes, pero de muy poca duración.
¿Por qué decidió integrar de forma pionera en sus trabajos elementos como el agua y el gas de neón?
Soy de origen húngaro, y en el viaje en barco hacia la Argentina, con sólo cuatro años, lo único que veía era agua y estrellas. Fueron 31 días de viaje con mi familia en el océano Atlántico y todo era agua, agua, agua. A los diez años, quedé huérfano y quedó en mí -como un sedimento- la necesidad de vincularme con el arte. Fui a la Academia Libre, a la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, pero me cansé de copiar naturalezas muertas, de los dibujos vivos, de copiar una supuesta realidad, que yo no creía necesario.
¿Cuáles fueron las influencias que tuvo en esos primeros años de formación?
Tenía muchas lecturas del contructivismo, de la Bauhaus, de Kasimir Malevich, de todos los iniciadores del arte abstracto. También investigué mucho la obra de Leonardo Da Vinci, pero esa influencia pasa, sobre todo, por la multiplicidad de disciplinas que él develó al mundo. A partir de esas búsquedas, comencé a utilizar el agua en mis obras. Pero es el agua móvil, que se mueve.
¿Su arte está en constante movimiento?
No hay nada, nada absolutamente estático en el universo, todo está en movimiento. Por eso, lo del hidrocinetismo. Pero a veces tengo recomienzos y hago algunos cuadros madí que, en realidad, no deben llamarse cuadros sino pinturas; porque hay una industria carpintera tradicional que siempre hace rectángulos y la pintura tradicional no sale ahí (se ríe). Comencé a utilizar gas neón, siempre traté de estar a la vanguardia con los elementos que me daba la sociedad.
Decidió crear su propio museo en 2005. ¿Por qué?
Quería tener las obras agrupadas. Así que adaptamos el taller para tener una sala de exposiciones de las distintas piezas, ordenadas por los distintos períodos de mi trabajo. Mi colaborador y mis nietos me ayudan. Pero ahora suspendimos por un tiempo las visitas del público porque estoy trabajando sobre dos obras nuevas, que expongo, junto a otras recientes, en la galería Zurbarán. Hay algunas pinturas con marco recortado, esculturas hidráulicas, de acero, arte digital, obras realizadas con gas neón.
Finalmente, ¿cómo definiría a Gyula Kosice?
Me considero un artista -si se quiere, con una proyección no común-, cuya fuente de inspiración permanente es el factor del suceder. Es decir, el tiempo y, por defecto, el espacio, que uno tiene que utilizar a favor del ser humano.



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